lunes, 11 de mayo de 2009

Aquel pibe de "La Tosca"



Pintaba linda la mañana del 11 de mayo cuando de pronto, la voz acongojada de un amigo común trajo la noticia que oscureció el día: había muerto Rubén Insaurralde, el “Negro” Insaurralde. Un golpe de por sí duro pero más todavía porque, aún sabiendo que su estado no era el mejor, nadie podía suponer un desenlace así. Superado el estupor, no la pena, vayan a manera de homenaje estos incompletos apuntes que intentarán sintetizar una obra que no debe ser olvidada.
Había nacido hace setenta años y creció en el mismo solar donde se apagó su vida, ahí en esa calle Arenales que junto con otras de su amado barrio La Tosca, fueron testigos de su infancia y juventud: (...) “el ritual del picado en el potrero/ el patinar descalzo en el verdín/ el baño en la cascada en lo de Arsenio”. Del potrero pasaría a las canchas del fútbol oficial y, amén de otros deportes, el básquetbol lo contaría también como una figura destacada, integrando equipos del Club Ricardo Gutiérrez.
A la actividad deportiva el casi veinteañero Rubén Insaurralde suma dos nuevas vocaciones que lo acompañarán el resto de su vida, la poesía y el teatro (contagiada seguramente esta última por la nutrida actividad de los conjuntos vocacionales que existían en aquellos años cincuenta en Arrecifes), una veta artística que se enriquecerá además con disciplinas como las danzas folklóricas y el recitado gauchesco.
Pagados los debidos “derechos de piso” sobre las tablas, el “Negro” perfecciona su formación teatral y es así que hacia 1967/68 integra junto con Alfredo Massio y el doctor Atilio Giraudo el “triunvirato” responsable de la elección del repertorio y la conducción del “El Picadero”, un sólido grupo teatral que desde su reducto en las instalaciones de lo que había sido el Hotel Jockey Club, llevó a cabo uno de los ciclos de mayor nivel desarrollados en nuestro medio.
La vida y sus vueltas lo llevaron luego a radicarse durante varios años en La Pampa, provincia donde permanecerá durante más de una década, formará su familia y, al margen de desempeñar trabajos varios, seguirá traduciendo sus vivencias en versos y por supuesto haciendo teatro, como por ejemplo la puesta en escena y dirección de “Discepoliana”, obra de enorme repercusión incluso a nivel provincial.
Hombre de ausencias y de regresos varios vuelve a Arrecifes a inicios de los ochenta, dirige “La palabra” en el Club Ricardo Gutiérrez y luego con su amigo Rubén De Virgilio interpretan “El acompañamiento y “El canto del cisne”. Para esa misma época publica periódicamente en los medios locales -en el diario ARRECIFES principalmente- su producción poética, y colabora en distintas actividades en el Club Náutico.
Se aleja nuevamente de Arrecifes, esta vez hacia Paraguay donde se radica con su familia por varios años y luego, tras varios regresos parciales, retorna definitivamente a finales de lo noventa, época en la que presenta su primer libro: “Casos, Cosas y Cosos de Arrecifes”, una selección de sus mejores poesías en la que desfilan sus recuerdos, la ciudad y sus personajes y sus vivencias. En el 2000 junto también con Rubén De Virgilio (con el que venía colaborando en su programa de radio) lanza la revista ECOS y escribe la sección “La Noticia y la Copla”, muchos de cuyos trabajos pasarán a integrar el libro homónimo editado en 2004.
En mayo de 2006 concretan con Rubén Enzo de Virgilio el sueño de la radio propia, “La Nuestra”, alegría que se ensombrece por la casi inmediata muerte de su gran amigo y compañero de andanzas pampeanas, lo que lo obliga a seguir no sólo con la radio sino también con la versión televisiva de “Importantísimo”. Hecho a los rigores de la vida se sobrepone una vez más y pone manos a la obra para concretar un nuevo proyecto: la puesta en escena de una pieza teatral que había comenzado a esbozar casi veinticinco años atrás, la que con el título de “Y se nos despertó el indio” se estrena en 2007 con notable repercusión de público.
“Bostero” irredento, deportista, actor, director y autor teatral, hombre de radio, poeta leído por el pueblo, todo eso y bastante más fue el Negro Insaurralde, lo que explica la imposibilidad de incluir tan variadas facetas en este rápido bosquejo de su trayectoria. Pero eso si, hay dos cosas que no pueden omitirse al recordarlo: su condición de tipo “derecho” y la firmeza de carácter con que defendió sus ideas sobre la vida, la amistad y el arte.

C.R.M

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