domingo, 11 de enero de 2009

"Serrucheitor" no perdona


Si el grado en que una sociedad protege a los árboles dice algo acerca de ella, por estos pagos andamos más que mal. Las veredas de la ciudad estan pobladas de huecos (convenientemente cementados algunos) o de tocones de lo que hasta ayer fueron hermosos ejemplares, caídos en aras de vaya a saber qué criterio y todo ello ante la mirada tolerante de las autoridades que deberían hacer cumplir las normas al respecto.
Claro que es ilusorio pedirle proteger a los arboles a una administración que ha hecho de la tierra arrasada y del arboricidio un culto, como lo prueban las vandálicas “limpiezas” hechas en las riberas del Arroyo del Pueblo, en el predio del Molino en la zona donde se construyó Bolina Beach y en algún otro de los arroyos que desemboca en el Rio Arrecifes, sin tener en cuenta los más mínimos criterios de conservación. Por si eso fuera poco las hordas podadoras del Municipio -especie de Atilas con motosierras- se encargaron de dejar a su paso un reguero de arboles mutilados. Se invita a los escépticos a pasar por Salto 492 para comprobarlo.
En administraciones anteriores más de una vez los árboles pagaron tributo a la incapacidad de resolver otro tipo de problemas. El ejemplo más claro es el de ejemplares que rodeaban la pista de atletismo sobre la avenida Belgrano, muchos de los cuales fueron talados pretendiendo de esa forma evitar los hechos de inseguridad que se producían en la zona, en una actitud que hace recordar el disparate de Bush cuando propuso cortar arboles para evitar incendios. En otros casos fue la desidia la que permitió sacar arboles para mostrar la fachada de un comercio o su cartel publicitario. Y estan ademas los casos que involucran a la propiedad privada pero que también duelen, como ver ese gigantesco árbol en el interior de una casa en la zona céntrica, mostrando sus muñones. Uno trata de comprender que quizá esa copa inmensa molestara, causara suciedad o vaya a saber que otros problema, pero no puede dejar de sentir una profunda tristeza por tanta belleza destruida ni de envidiar esos lugares donde aún tratándose de propiedad privada, las construcciones deben respetar el arbolado existente, lugares que -al menos en lo cultural- están muy pero muy lejos de Arrecifes

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